Camino 3

Este texto es parte de un diario que empieza aquí. Si has llegado a él sin leer lo anterior, será como ver el episodio quinto de la cuarta temporada de Lost sin haber visto los episodios previos: se entenderá el capítulo, pero no la trama.

Miércoles 27 de mayo

Mala hostia

A las 7:30 sale el autobús de la estación en “a-tomar-por-culo-de-donde-estaba-mi-hostel” o al menos esa ha sido mi sensación al caminar por las calles desiertas, tomar el metro, volver a caminar por calles, preguntar, preguntar, y, en el agujero menos esperado, encontrarla.

Que feo y molesto es todo cuando no se duerme y que de mala hostia me pone el sueño.

Oporto

No había arrancado el bus y yo ya dormía. He despertado en Oporto. Tengo imágenes borrosas de haber parado en algunos otros lugares, y subir gente que hablaban de manera irritante, pero es una bruma. Parada larga. Esta estación también parece estar en “a-tomar-por-culo-de-donde-estaba-mi-hostel” en Oporto. Al volver a subir al bus, a pesar de haberme tomado un café y un bocadillo, vuelvo a dormirme sin tener la certeza de haber empezado a movernos.

Nolugar

Estoy en el bus parado en un nolugar: área de servicio de la autopista, rodeado de árboles y asfalto, donde, en sustitución de la chicharra, cantan los pájaros. Según la indicación en el panel del autobús fuera hay 26 grados. No tengo esa sensación. Seguimos en Portugal, en algún punto entre Oporto y Valença.

Creo que me acabo de despertar y todo lo que ha pasado antes me lo he inventado. Es posible que nada haya ocurrido y que esta sea la estación de autobuses de Lisboa, y no hemos arrancado y no sé muy bien como he llegado aquí ni que hora es. Me como un helado para olvidar este pensamiento.

Nada que contar

Hoy no habrá mucho que contar. Va a ser un día de transición, como cualquier otro día de transición en cualquier viaje y en los que hay que hacer un esfuerzo enorme para encontrar algo de lo que hablar. Si hablo de lo molesto de las voces, me repito, si hablo de los iguales que son todas las autopistas del mundo, me repito, si miro por la ventana y digo que solo veo coches iguales y grises, me repito. Tendré que inventarme algo nuevo.

¿Recuerdas la escena de la película de “Misión Imposible X” (no recuerdo el número) en la que Tom Cruise está en Sevilla mirando por la ventana mientras se canta jondo y se baila flamenco y en la calle hay una procesión y hay fallas y van vestidos de San Fermines y uno de los personajes, Hannibal Lecter, dice “Qué puedes esperar de un país donde queman sus santos”? Pues no quiero hablar de esa escena, quiero hablar de la otra, de esa en la que el malo y el bueno se persiguen con dos coches deportivos tipo Ferrari o Porche o marcas de coches deportivos que desconozco porque no tengo coche, y el que uso es de mi padre y cada vez que paro en la gasolinera tengo que detenerme antes de entrar en el surtidor, salir del coche, rodearlo para recordar en que lado está el agujero de la gasolina, leer si es 95 o Diesel, volver a entrar al coche, arrancar y colocarme en el lado adecudo. Todas y cada una de las veces que echo gasolina. Pues, volviendo al asunto, el bueno y el malo se persiguen con sus deportivos X por lo que se entiende deben ser carreteras de Sevilla, y están llenas de grietas, sin arcén y sin vayas de protección, y los otros coches, los que no son ni del bueno ni del malo, molestan cuando los dos deportivos se van golpeando y corriendo mucho, pero mucho, con esos planos de la cámara en la rueda y la grava saltando y rozando el precipicio, porque hay precipicios, claro. Pues esos coches que molestan son tipo SEAT 128, Renault 7, 2 caballos, y similar. Sin tapacubos, detalle importante. Y creo recordar, además, que todos los conductores son hombres, con bigote y con chilaba, aunque esto no lo tengo muy claro, porque aún no me he acabado de despertar del todo.

De esa escena me acuerdo cuando miro por la ventana y soy consciente que es un día de transición y no hay nada de lo que escribir y los coches que pasan son grises y deportivos.

Estudiantes

Pues la estación de autobuses de Santiago está, mira tú que casualidad, “a-tomar-por-culo-de-donde-dejé-aparcado-el-coche”. Así que tengo la oportunidad de tomar un bus urbano que me regala un tour por los alrededores de la parte antigua de Santiago, en la que puedo ver muchos estudiantes, con sus carpetas de la universidad rodeadas con los dos brazos contra el pecho, esa imagen, con el pelito liso y largo, las caritas blanquitas, las rebequitas de hilo, el bolso colgado al hombro con los lápices, los bolis y las gomas, las zapatillas de tela limpitas y andando con pasitos cortos, en grupitos, hablando del temario del día y los deberes de mañana.

Vale, así lo imagino yo, pero seguro que es real.

Estación

¡Vaya! Parece que el bus me deja “a-tomar-por-culo-de-nuevo-de-donde-dejé-el-coche-pero-tendré-que-caminar-que-no-hay-otra-cosa”.

Diners

El coche sigue aparcado donde lo dejé. Es como encontrarme con un viejo amigo. Mi casa: mi mochila y el coche. Podría estar meses así: durmiendo en hoteles de carretera, con mi equipaje en el maletero, y de vez en cuando pasar la tarde en una lavandería mientras leo el periódico y como patatas fritas y cacahuetes, y entablo conversación con la chica en chándal que espera a que termine la secadora. Quizás compartamos un café de la máquina de la esquina y hablemos un poco del tiempo y de lo raro que es el frío para la fecha en la que estamos, y suspiremos y nos contemos alguna miseria. Luego ella regresará a su apartamento, donde le esperarán tres hijos de tres padres diferentes, les hará la cena y les dirá que se porten bien esta noche mientras ella cubre el turno del «Diners Downton Café 24h» en la 17, y, antes de cerrar la puerta, le pedirá al mayor que cuide de sus hermanos pequeños.

Canadá

Es difícil de imaginar, por supuesto: adelantas a un coche por una solitaria carretera rural; te sientas junto a un hombre en un restaurante barato e intercambias con él puntos de vista; esperas detrás de un hombre en la recepción en un motel, un tipo simpático de sonrisa encantadora y ojos brillantes color de avellana, encantado de ponerte al corriente de la historia de su vida y deseoso de gustarte… Es difícil de imaginar que ese hombre recorre las poblaciones vecinas con una pistola cargada, tratando de decidir qué banco va a atracar dentro de unos días.
”Canadá”, Richard Ford

13 h 30 min

Son las 9 de la noche pasadas cuando tomo el desvío a la izquierda de la carretera N-642 que me lleva a Villaforman, donde los tíos. Me ha costado 13 horas y media regresar.

Pasada la medianoche subo al coche, después de que Celsa me cuente todo lo que hecho para mantener el huerto, las gallinas y los campos de alrededor de la casa. En el coche, al encender el motor, suena radionacionaldeespañaradiouno. El camino está muy oscuro. Hay 13º y está nublado. Tengo que conducir los 2 kilómetros que me separan de Naraido con las largas puestas.

En casa todo está igual: mi guitarra en su funda, la cama desecha y las revistas abiertas. Y el mismo olor. Tengo la sensación de haberme ido hace por lo menos un mes.

Estoy muy muy cansado.



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