El viento de Dublín

Este texto es parte de un diario de viaje que empieza aquí.


Martes 9

Al aterrizar en Dublín hay viento y una agüilla molesta. El autobús me deja en O’Connell Street, hay algo que no puedo explicar que no me gusta. La ciudad está gris, y el viento y la agüilla siguen molestando. Camino por Henry Street hasta mi hostel, cerca de The Jameson Distellery. Hablo con un chico de Córdoba que ha venido a buscarse la vida. En todo el día no saldrá de la habitación. Ya sé que Dublín no me va a gustar.

Camino por las calles, y hay mucha gente que se mueve deprisa a todos los lugares. El castillo, las catedrales, Dublinia, no me dicen nada. La mezcla con todo lo moderno me inspira poco. El tranvía va a reventar. Sigo el río, cruzo un puente, pulso los botones de los semáforos. Nada me dice gran cosa. Ninguno de los lugares me llaman la atención. No encuentro un lugar que me invite a sentarme. Creo que hoy no escribiré nada. Empieza a dolerme la garganta. Encuentro un café con una pizarra anunciando sopa del día. Creo que voy a pasar un rato ahí sentado.

Animalitos

Señora su perro no es una persona. Por mucho que mire con esa cara que parece que se vaya a poner a hablar, no va a hacerlo, porque no puede, porque es un perro. Un puto perro, señora, con todo el respeto, un p-u-t-o p-e-r-r-o, señora, que se comería su mano si después de un accidente de avión en los Andes no hubiera nada más que comer, señora, igual que nosotros nos lo comeríamos primero a él y luego al gordito de la fila 3, señora. Instinto de supervivencia. Que por mucho que le haya adiestrado y no se mee en cualquier rincón, cuando llegue la primavera se va a follar el osito del niño, o el cojín del sofá de las siestas de su marido, señora, que son perros, animales, no personas, señora.

Así que no incomode más a la señorita que le pide educadamente que saque al puto perro de la cafetería, por mucho que lo haya vestido como a una personita y mire con esa carita que parece que se vaya a arrancar a hablar. Pero no va a hacerlo porque, señora, es un puto perro.

Un p-u-t-o p-e-r-r-o, señora.

Blockquote

Hubo un tiempo en el que la melancolía y la depresión eran rasgos tan apegados a sus personajes como las gafas circulares de cocha o los gorros de alpaca. Cuanto más sonaban en Sundace, más heridos estaban sus protas, más ocurrentes eras sus líneas de guión, más cuadraditos se apelotonaban en sus camisas de leñador. Eran chicos y chicas que escuchaban Band of Horses intentando encontrar las claves de su miedo al compromiso, tan románticos que habían dejado de creer en el amor, tan escépticos que no hacían otra cosa que pensar en él. Estaba bien ser un poco tristón entonces. Pero todo, hasta las penas, tiene un final.

[…] Hay algo que deberían saber, que bastante tenemos con la vida: la tristeza por si sola ya no mola.

A.G.B., Cinemanía 231, Diciembre 2014, pag. 49, crítica a «The Skeleton Twins«.

Viento

El viento me vuelve loco, me borra las ideas, me arranca toda la inspiración, se lleva las palabras. No me deja nada que decir. Hubo viento en el cuento que le expliqué aquella noche que pasamos en vela. Había viento en la ciudad desde donde ella decía echarme de menos. El día que dejé las ventanas abiertas para que la casa se llenara de aire, la tormenta lo inundó todo, mojó el colchón y tuve que dormir en el sofá, un naufrago en mi propia isla. Odio el viento, Dublín, lo odio.



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