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Conchita
Tuve que dejar el piso de Casanova 72 cuando no había ni un solo centímetro de pared ni de suelo que no estuviera lleno de recuerdos. Quise cambiar los muebles de sitio, incluso comprar un sofá nuevo. Pensé en pintar las paredes de otro color, tirar todas las tazas y todos los platos. Pero el maquillaje no podía cubrir las arrugas y había que aceptar que aquel piso y aquel barrio habían llegado a su fin. Había que largarse y me largué.