En los sueños los besos no saben a nada, ni hay olor, ni hay calor, ni hace frío. Podríamos estar desnudos en la nieve y no helarnos. Podríamos estar el camarote de un barco amarrado en el puerto y no sabríamos que fuera hay viento de tormenta.
Suena el despertador. Vuelve a sonar. Me levanto. Siempre que tengo miedo a dormirme pongo varias alarmas. Hoy tengo que ir a Salou a grabar y no puedo llegar tarde. Voy en tren y sale a las 7:47. Número raro: 7-4-7. Suena a viaje en avión. Es viernes, 20 de marzo. Marzo ha pasado como un suspiro. Ni lo he visto. Tengo ganas de unas vacaciones.
Cuando viajo siempre escribo un diario. Puede ser algo sencillo como unas anotaciones de los lugares que visito; donde duermo; los precios que pago; las horas que tardo en llegar de un sitio a otro; los nombres de la gente con la que me cruzo. O puede que escriba un relato del viaje lleno de cuentos: con los olores, los colores, las conversaciones y los recuerdos que, inevitablemente, se disparan con el movimiento.