Almazuela

Este texto es parte de un diario de viaje que empieza aquí.

Viernes 22 de junio del 2018

Almazuela

En el marco de la artesanía textil en España, almazuela o retazal es la pieza tejida uniendo fragmentos de otras telas. El resultado puede ser una manta (colcha o cobertor), manteles y paños de diferentes tamaños y usos, e incluso una prenda de vestir. Deriva de la voz árabe almozala o almozaia, de almoçala, alfombrilla, cobertor de cama.

Almazuela es sinónimo de quilt y patchwork, más utilizados en los países de habla hispana.

Wikipedia: Almazuela

Hoy me he levantado más tarde, a las nueve y media. Anoche me quedé un rato escribiendo y luego vi el final de «Wild Wild Country». Me gusta la noche en este piso. La iluminación del salón. El silencio de afuera. El aire que entra por el balcón y recorre la casa de extremo a extremo. Me gusta estar sentado en el sofá, en el mismo lugar desde el que escribo cada día.


Rajnishpuram está rodeado por el FBI que espera el momento de actuar para detener a Bhagwan. Sheela y sus amiguitos han sido repudiados por la comunidad después de haber intentando matar al doctor que le suministraba las drogas al gurú. En las semanas previas han llenado el rancho de indigentes y locos para votar en las elecciones estatales y hacerse con el poder. Sheela ha envenenado a todo el pueblo cuando les han negado el voto, aunque no se ha podido demostrar nunca.

La policía ha encontrado, por fin, una justificación para deshacerse de Bhagwan: no tiene los papeles en regla. Antes de que los agentes puedan entrar en la propiedad, una avioneta despega del aeropuerto privado del rancho. Nadie tiene muy claro quién va en su interior, ni los fanáticos ni los agentes, pero no hay duda de que tiene que ser el gurú. Lo vigilan en el radar hasta que el avión se ve obligado a aterrizar en territorio estadounidense. Los coches corren por la pista con sus luces parpadeantes, los agentes apuntan con sus armas mientras los Marshals entran en el avión. Dentro se esconde, efectivamente, Bhagwan Shree Rajneesh. Lo encuentran agazapado detrás de un asiento en compañía de varias cajas de joyas, dinero en efectivo, armas, varios relojes y su trono. Su TRONO. A Sheela y a los otros renegados que se esconden en Alemania, los detienen a la misma hora.

Después del juicio varios son condenados a la cárcel. Con Bhagwan llegan a un acuerdo para que se largue de los USA y regresa a India donde monta un Ashram y se cambia el nombre a Osho. OSHO.


En las librerías, en la sección de espiritualidad, al lado del yoga, la medicina alernativa y la filosofía oriental, hay una estanterías enteras con los libros de Osho. Lo del trono, los rollsroices y los relojes no se menciona en ninguna de las contratapas.

Yo no veo que miles de años hablando acerca de meditación y de iluminación hayan ayudado mucho. Así que yo estoy listo para tomar todos los riesgos, porque no tengo nada qué perder. Lo que yo he ganado va a estar conmigo aún si soy crucificado. Y me encantará si mi crucifixión puede elevar la consciencia humana sólo un poquito más.

Osho on Osho

Hoy ha sido todo más lento. Lucas estaba cansado para correr y a mi no me apetecía hacerlo solo, así que hemos caminado rápido. Los mismos ancianos con sus camisas estampadas y sus sombreros de paja conduciendo una de esas sillas de ruedas eléctricas. Hemos descubierto que son de alquiler. En las pegatinas de la parte trasera se indica la empresa y el número de teléfono. Un proveedor de vehículos de movilidad unipersonal para ancianos. Primer mundo. Hemos anotado el número, quizás podríamos alquilar un par por un día y ver hasta donde llegamos. Podríamos hacer carreras por el paseo contra el resto de los viejos.

Al entrar al mar, después del café, cerca de las doce, descubro que el barco de las boyas ha desaparecido. Quizás haya terminado su trabajo. Están cambiando algunas cosas demasiado deprisa y pierdo la noción del tiempo.


Cada mañana apunto en una hoja la lista de tareas para Lucas y se la cuelgo con celo en la puerta de la habitación. En la lista de hoy he anotado «Free Time – Family». Sobre la una del mediodía han llegado Sofia, hermana de Lucas, y Juan Pablo, el novio. Se van a quedar el fin de semana con nosotros.


Un par de tipos trabajan en el tejado del edificio de enfrente a unos quince metros de altura. Podrían caerse en cualquier momento. “No sé que estaban haciendo, solo escuché el golpe”, contaríamos a la policía. Nos quedamos largo rato observando, por si hacen falta testigos, pero nadie se precipita al vacío.


He dormido una siesta larga, me duele la cabeza, me siento inflado y pesado, tengo la forma de la camiseta de tirantes marcada en mi cuerpo. Cuello rojo, hombros rojos y en el resto blanco. Como cada año. Cómo odio la playa y cómo odio el sol.


22:10. Suena Angus & Julia Stone. Estamos en el balcón con Sonia, que se ha unido a nosotros para pasar la noche. Fumamos. En la playa alguien dispara unos fuegos artificiales. No habíamos pensado que es casi Sant Joan. Bebemos vino. Suena una guitarra acústica y una armónica, “I don’t know why”. Batería con escobillas y un bajo de fondo. Acabamos de terminar la cena: tortilla de patatas y una ensalada de tomate y lentejas. Entra un arpegio de piano.

La vida podría ser siempre un viernes a las diez de la noche de un verano eterno.


En la casa del pueblo en Teruel había un espejo en el baño del piso de arriba en el que, gracias a la luz del armarito, uno se vía siempre guapo. Como en el backstage de un teatro. El pelo, sin humedad por la altura y el clima seco de la montaña, brillaba como en un anuncio de champú. Todos venían a casa antes de salir a las fiestas de otro pueblo para mirarse en el espejo. Llegábamos a las plazas ajenas sabiéndonos hermosos y con la certeza de que esa noche iba a ser una noche que jamás íbamos a olvidar.

Así recordamos los capítulos de nuestra historia personal: con imágenes mejoradas por la luz de los espejos.


«Te odié tanto y por tanto tiempo que apenas me di cuenta, con tanta rabia, que hacía mucho que había dejado de quererte.»

Podría ser el texto de un instapoeta. Si llego a ese punto, por favor que alguien me pegue un tiro con mano torpe y que la mala puntería me deje agonizando varias horas hasta morir desangrado. Odio este tipo de construcciones y odio que me salgan sin pensar, de una forma natural.


En el piso suena música de los ochenta a todo volumen. Saltamos y reímos. Una vecina desde un balcón varios bloques más para allá nos pide que no hagamos tanto ruido. Todavía no son las once y nos sentimos como si fueran las cinco de la madrugada.


Ahora es medianoche. La sensación es de que ya debe de estar amaneciendo.


Nos vamos a dormir sintiendo que ya es de día. No son ni la una de la madrugada.



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