Me tengo que marchar, no tengo más remedio, ¿lo entiendes?. Tengo que irme. Sé que lo entiendes. Hay demasiadas cenizas en tu orilla, en tu agua se pudren demasiados cadáveres. Para ti puede ser algo normal. Es algo normal, un motivo de alegría. El continuo ciclo de reencarnaciones, o ganarse la moksha. Para mi son solo cuerpos sin vida, cargados al hombro entre las calles, y carne que arde sobre un montón de madera.
Millones de cenizas de millones de almas que que entran por las ventanas, que se esconden en los tejados, que esperan dentro de los armarios, debajo de las camas, bajo los montones de basura. ¿No ves como tus muros se caen a pedazos? Una ciudad envejecida, mientras los cantos en los templos solo intentan alegrar la tristeza que, inconsciente, espera agazapada a que alguien como yo entre en tus callejones.
Me tengo que marchar, no tengo más remedio, ¿no ves todos los fantasmas que me rodean?. Tengo que irme. Sé que lo entiendes. Sino esas cenizas serán las mías, y ya veo como me mira el dom, desde lo lejos, como preparan las cañas de bambú, como amontonan la leña. Ya veo como todo mi mundo pierde sentido y un gran vacío lo llena todo. Y no me reencarnaré en nada, ni iré a ningún cielo, ni siquiera a ningún infierno, porque, a pesar de tu alegría, no me espera nada en el otro lado. Vacío.
Cuando yo no esté, cuando ya no quede nada, cuando la humanidad haya desaparecido, así serán tus calles, como lo son ahora: monos saltando entre los muros, vacas sentada en las intersecciones y el plástico pudriéndose poco a poco. Y los fantasmas. Solamente fantasmas habitarán tus casas destruidas, y las campanas sonarán de vez en cuando.
Me tengo que marchar, no tengo más remedio. Adiós Vanarasi.
Hola, me llamo Irene y soy una amiga de Amanda, quien ha compartido conmigo tu blog.
Hace tres años estuve viajando por la India. Vanarasi se me metió por los poros de la piel; ciudad y yo nos confundimos de manera tal que tenía la sensación de haberme desvanecido en ella. Me atrapó con fuerza. Su pulsión, su cadencia me hipnotizó y empecé a tener la sensación de que ya no dirigía mis pasos a mi voluntad, sino que Vanarasi los dictaba y me hacía deambular por sus callejuelas siempre yendo a terminar al poderoso Ganges. Panta Rei; creo que ahí fue donde verdaderamente comprendí el significado de las palabras de Heráclito. Me resultó complicado marcharme de Vanarasi por esa sensación de no poder disponer de mí misma. Me sentía atrapada. Lo logré, claro; y proseguí mi viaje.
Después de leer tu precioso post me ha apetecido compartir contigo mi recuerdo de esa ciudad. Vanarasi me fascinó.
Te deseo un buen viaje,
Irene