Diario de la Cuarentena #3

Jueves 19 de marzo del 2020 – Día #6

Campanas

Me he despertado un poco antes de las siete de la mañana justo para escuchar las campanadas graves de los cuatro cuartos, seguido de los siete toques de la hora, más agudos. Me gusta contarlas para descubrir qué hora es sin necesidad de abrir los ojos y despertando.

Si un día hubiera una pandemia total en el que no quede nadie, me pregunto si las campanas seguirían sonando cada cuarto a cada hora, o si ellas mismas quedarían mudas conscientes de que no queda nadie a quién despertar.

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Nuevos artículos de contrabando

..o de cómo la cosas no valen nada sin un contexto apropiado..

La Guardia Civil ha requisado 68.913 mascarillas, 5.053 gafas y 5.816 guantes “que serán puestos de inmediato a disposición de las autoridades sanitarias”, ha informado en una nota el instituto armado. La mayoría de estas requisas tuvieron lugar en aeropuertos como los de Barajas, Gran Canaria o Santiago de Compostela. La más importante, en Madrid, donde se requisaron 44.000 mascarillas.

“Otras de las actuaciones más destacadas se ha producido en Gran Canaria. Fruto de las inspecciones que se realizan de las mercancías que llegan al aeropuerto, los agentes descubrieron 22 bultos que contenían en su interior cada uno de ellos 500 mascarillas quirúrgicas, siendo la cantidad total de 11.000”, señala el comunicado.

Además, en el aeropuerto de Labacolla en Santiago de Compostela (A Coruña), se han requisado un total de 5.410 mascarillas. En Zuera (Zaragoza), la Guardia Civil ha paralizado una subasta de mascarillas que iba a celebrarse de manera silenciosa entre este jueves y viernes a través de Internet. En el registro a la empresa implicada, los investigadores han hallado un total de 1.132 mascarillas. Además, la Guardia Civil ha hallado en un contenedor en el puerto del Musel (Gijón) 7.936 mascarillas de las que 188 son quirúrgicas, 2.065 gafas de protección, 5.116 guantes y 247 buzos desechables, entre otro material sanitario. La mercancía procedía de Ecuador.

88 detenidos por desobedecer el decreto del estado de alarma

Experto en optimización

Acabo de terminar de barrer, guardar la ropa limpia y ordenar. Tengo un TOC que consiste en optimizar todo lo que hago, así que normalmente organizo el doblado de la ropa en unidades de destino y luego intento hacer el número mínimo de viajes hacia el armario (bueno, armario-armario no, que no me gustan los armarios y no tengo, llamémosle «el lugar donde dejo la ropa limpia«).

Mi obsesión es lograr guardarlo todo en un solo viaje, y para conseguirlo es importante cómo se apilan las piezas. Los pantalones doblados, las camisetas de manga corta y las camisetas de manga larga van a una estantería. La ropa interior en un cajón. La ropa de estar por casa y los pijamas en otro cajón. Las camisas en un perchero. La excelencia consiste en no solo llevarlo todo en un único viaje, sino que además llegue a colocar cada cosa en su lugar sin necesidad de depositar primero todo en la cama. En la mano izquierda cargo todo lo doblado, teniendo especial cuidado con los calcetines y calzoncillos que van apilados. En la derecha las camisas. Primero dejo las camisas en el perchero y luego voy dejando cada pila en su lugar usando la mano libre.

Pero hoy en lugar de optimizar he buscado la solución peor y he realizado un viaje de ida y otro de vuelta para cada pieza, llegando al extremo de abrir DOS veces el armario de los productos de limpieza para dejar DOS trapos. Uno cada vez. Mi cabeza ha sufrido un colapso y he tenido que hablarme en voz alta para convencerme de que es lo correcto, que no pasa nada, que el resto de los órganos se lo van a agradecer. Tengo el cerebro medio mosqueado, pero parece que lo ha entendido.

Así doy por concluido mi deporte de hoy.


Un reset

A las ocho en punto de la noche la gente sale a los balcones a aplaudir y a gritar para dar las gracias a los que siguen fuera de casa, a la intemperie, trabajando para nosotros que estamos dentro: el personal clínico, los cajeros del súper, la policía, los transportistas, los conductores de autobús. Jamás participo en este tipo de actividades, ni en las caceroladas cuando la crisis, ni cuando la independencia en sus múltiples quejas imposibles de contabilizar, ni, claro, ahora.

No es que no me sienta identificado o no quiera agradecer lo que están haciendo, es que simplemente no me sale, me siento triste en la ventana, no me salen las palmas, soy arrítmico. Me genera soledad. Prefiero estar agradecido por dentro y ser consciente de lo que están haciendo sin necesidad de sacarlo fuera. Digo gracias en voz alta.

Me gusta abrir la ventana y mirar hacia la oscuridad y sentir que hay gente ahí fuera, ver las sombras en los balcones de enfrente. Me gustan los vídeos que luego se comparten. Me conmueven. Especialmente hoy que los barcos han hecho sonar sus ¿bocinas? (o lo que sea que utilicen para hacer ruido al entrar o salir de un puerto, como el sonido grave de un órgano de iglesia).

Quizás mañana aplauda, puede que si hago el gesto conecte con algo con lo que antes no he conectado y no me llene de melancolía. Nunca hubiera imaginado que puedo sentirme acompañado por el silencio estando encerrado en una casa solitaria en la montaña, pero que los aplausos en la ciudad me hicieran sentir solo.

Creo que este espacio de tiempo que tenemos ahora es una oportunidad para empezar de nuevo, resetear las viejas manías y prejuicios. Reformatearnos. Como apagar y encender un ordenador para que vacíe la memoria de procesos perdidos y deje espacio para cosas nuevas.



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