En el vuelo VY6600 de la compañía Vueling con ruta Barcelona – Palermo, la auxiliar de vuelo Nicoletta, con los ojos ausentes, mirando a un punto invisible más allá de los pasajeros, los asientos y la cola, dijo, al dar las instrucciones mil veces repetidas de cómo actuar en caso de un muy poco probable accidente:
…y si el avión pierde presión y empieza a caer y caer, de una manera violenta, como si lo único importante fuera partirse en dos mucho antes de tocar el suelo, como si cada segundo de este y cada uno de los mil vuelos realizados hubieran sido un aprendizaje, un entreno para este final; como si cada uno de los millones de engranajes, tornillos, tuercas, cables, mandos y palancas estuvieran esperando ese momento, como si lo supieran desde el principio; como si el avión ya naciera condendo, y ese y no otro fuera el preciso instante de caer; ese y no otro; el exacto segundo en dejarse caer…
…sólo cuando eso ocurra, olvídense de las máscaras de oxígeno.
Cojan al que tengan en el asiento de al lado, o al otro lado del pasillo. No importa si es hombre o mujer, niño o anciano, guapo o feo, alto, gordo, bajo o flaco. No importa si nunca antes lo vieron. Simplemente cójanlo y bésenle. Sabiendo que no habrá mañana, bésense con la amargura de los últimos besos en la estación de tren, del que parte para nunca regresar. Agárrense fuerte las manos y abrácense. Que no puedan respirar. Mírense a los ojos y digan que se quieren. Que siempre se quisieron. Que se perdonan cualquier mentira, cualquier error, cualquier trampa. Que la vida fue hermosa a su lado y que se alegran que estén juntos…
…en este momento, en el final.
Y déjense caer, con los ojos cerrados, sintiendo la respiración del otro, las pulsaciones, la sangre, la sal, el ácido en el estómago, la humedad en la comisura de los labios. Y Sonrían. Por última vez.
Así, cuando nos encuentren, sabrán que no estuvimos solos. Que al menos alguien nos quiso por una vez, que nosotros quisimos al menos por una vez. Sinceramente. Créanlo con todas sus fuerzas mientras todo el aparato vibra y los motores escupen fuego. Mientras el techo se desmorona y el alrededor se funde en mil pedazos…
…váyanse con amor.
Cuando encuentren los restos de este avión que no solo haya catástrofe, hierros y petróleo, plástico, papeles quemados y maletas abiertas. Que sientan que hay algo más, algo invisible, como una niebla invisible que lo envuelve todo. Que todos sepan que nos fuimos, si, pero con amor. Y que sea el amor lo que quede. Al final del pasillo, al llegar a la luz. Puro amor.
Y el avión llegó a la altura de crucero y todos pudieron, por fin, soltar sus cinturones y respirar. Y Nicolleta volvió a mirar: la cola del avión, los asientos y los pasajeros. Y todos sonrieron.
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