Este texto no pertenece al diario de Blanes. Está escrito, como dice el título, siete meses después. Son las notas de mi “cuaderno de trabajo”.
Después de reencontrarme con el texto, había decidido editarlo y publicarlo. Pero me sentía como un deportistas que ha engordado y necesita perder peso y entrenar antes de la competición.
Qué mejor ejercicio que escribir sobre el ejercicio de escribir, pensé. Lo que viene a continuación es un monólogo algo desquiciado (y largo) sobre la búsqueda de un arranque, de un prólogo que precediera al diario.
Según el paquete que tengo en casa, uno estándar del ALDI de doble capa con 12 rollos, hay para 324 servicios. Es decir: 27 usos de un rollo. Pongamos que una persona usa el baño 2 veces al día para cagar y 4 para mear. Damos por hecho que cada 2 meos se gasta el equivalente de una cagada. Una persona sana puede gastar 4 unidades de servicio del papel higiénico al día. Un rollo de 27 usos da para 6 días, casi 7.
Hace cuatro días que tenemos que quedarnos todos en casa. Cuatro días que asustan por la enfermedad, por la economía, por la soledad en algunos casos y por la compañía forzada en otros. Todo está pasando ahí fuera, pero aquí dentro yo quiero ponerme el traje del solitario que se encierra en el pueblo.
Son las cuatro de la tarde. Lucas está en la habitación mirando la serie de Luis Miguel. Se ha acomodado en casa la depresión. Quizás haya sido el ruido de la noche, o la marcha de la familia/amigos o los recuerdos de otra época musical. Sea lo que sea, es un día para estar con Luis Miguel.
Pasamos el día en la playa, en una cala a la que hemos llegado después de una larga caminata bordeando la colina y pasando por algunas urbanizaciones de casas con piscina y caminos privados. A las tres de la tarde caminamos de regreso bajo el sol y acompañados del sonido de las chicharras. Llegamos a Blanes por una parte que es nueva para mí, de calles estrechas y casas bajas. Al llegar a la Plaza de la Virgen María nos sentamos en la terraza del bar a tomar una cerveza.