Luis Miguel

Este texto es parte de un diario de viaje que empieza aquí.

Domingo 24 de junio del 2018

En el piso flota un aire melancólico. La noche ha sido larga y difícil. El estruendo de los petardos, los gritos y la música de la calle no nos han dejado dormir. Ha amanecido nublado, pero poco a poco se va despejando. Sonia ya no estaba cuando nos hemos levantado. Hemos acompañado a Sofía y a Juan a la parada de autobús después de tomar un café y han regresado a Barcelona.

Lucas y yo volvemos a estar solos en el piso de Blanes.


Son las cuatro de la tarde. Lucas está en la habitación mirando la serie de Luis Miguel. Se ha acomodado en casa la depresión. Quizás haya sido el ruido de la noche o la marcha de la familia/amigos. Sea lo que sea, es un día para estar en compañía de Luis Miguel.

Yo escribo en el sofá y pienso en “Sensación de Vivir” y en “Melrose Place”. Me imagino el relato seriado de mi vida naciendo del relato seriado de la vida de Lucas. Una trama nueva a partir de otra trama, un spin-off.

Al escribir estos días sobre cada pequeño detalle de lo poco que pasa en el piso de Blanes, recuerdo viejas historias que nada tienen que ver con lo que está sucediendo alrededor. Precisamente por eso, porque nada tienen que ver, toman importancia. Nunca sé de dónde vienen los relatos ni porqué aparecen de repente algunos recuerdos. Sería un error intentar resolverlo, conocer el hilo invisible que conecta los hechos que suceden con las imágenes que recuerdo. No quiero saberlo, quiero que me sorprenda cada vez y que me lleve a donde me quiera llevar.


Faltan diez minutos para las nueve de la noche. A las nueve y media tenemos que publicar el primer vídeo de Lucas tocando en la terraza. “Déjalo Ser”. El ambiente sigue en modo «Luis Miguel», pero aún así hemos grabado con el teléfono un vídeo para la promoción.

Todo este tema de las redes sociales es realmente cansino y poco gratificante. Me alegro de no tener que estar delante. Detrás me divierto, encuadro, monto el vídeo, es creativo. Es donde me gusta estar.

La secuencia la hemos grabado con Lucas sentado en el sofá en el salón, en mi «asiento de escritor». Es un plano de él con sombrero y camisa de flores explicando que va a publicar un vídeo cada domingo a las nueve y media. En la toma no se ve, pero va en calzoncillos.


He escrito durante todo el día. Toda esta sesión de reflexiones es un largo desorden de ideas. Me imagino que dentro de un tiempo, cuando me entren ganas de editar y hacer algo con todo esto, me aburriré en cuanto llegue al segundo día. Me agotará la cantidad de temas inconexos por los que voy saltando.

Al Alex de dentro de unos meses, sí a ti que lo estás leyendo ahora, te digo -me digo-: déjalo tal cual. Prueba a arreglar los errores ortográficos y semánticos, los tiempos verbales para que todo esté en su lugar y elimina las repeticiones y el exceso de vocabulario, pero no cambies el orden, déjalo tal y como está. A nadie le va a interesar igualmente, Alejandro del futuro, así que tampoco te angusties. Déjalo así e imprímelo, encuadérnalo y elige un título, el que más te guste. Y ya está.

Alex del futuro, no te olvides que te lo digo yo que te conozco más que nadie.


Es cerca de medianoche. Podría seguir escribiendo alguna cosa más, mientras flota la melancolía, pero no hace falta. Es suficiente. Ha llegado la hora de irse a dormir.



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