Este texto es parte de un diario de viaje que empieza aquí.
Martes 26 de junio del 2018
Anoche me costó dormir. Di muchas vueltas. No sé si fue el estrés de los problemas del trabajo, las canciones dando vuelta por la cabeza o la mala idea de comer un shawarma justo antes de ir a la cama. Miré un documental para que me entrara sueño. Debían de ser las dos de la madrugada cuando cerré los ojos y me quedé dormido.
Hoy parece un día de paso, sin vida propia. Una resaca del día ayer y una promesa de lo que vendrá mañana.
Me he levantado cansado y el agotamiento no se ha pasado en todo el día. He vuelto a trabajar remotamente, un pie en el mundo real, ese que está allá lejos, muy lejos, en Barcelona, y otro aquí en una vida con fecha de caducidad. Un día de paso en un tiempo de paso.
He terminado la letra de «Guardo», que ahora se llama “Tsunami”. No me he llenado de tristeza al remover esa parte de mi pasado, estoy en paz con él y me gusta poder recurrir a algo tan antiguo como Matilde y la desaparición de su madre en Phuket.
En los versos aparecen la ola, las cicatrices y su despertar gritando por las pesadillas. No me importa si la letra no tiene ningún sentido, si solo son pedazos de un cuadro incompleto. Igual alguien lo traslada a su lugar y completa los espacios en blanco con su propio dolor. Es una canción para mí, para pasar página, una deuda pendiente.
Me dije que jamás hablaría de todo aquello y ya no recuerdo cuantos cuentos he escrito ya. Está bien, será que he aprendido, por fin, que vivir es aceptar que cada paso, bueno malo, es necesario para llegar al siguiente.
El documental de anoche era sobre la comuna Friedrichshof creada al inicio de los 70 en Austria por un tipo llamado Otto Muehl. Básicamente su idea, la que Otto inculcó a la comuna, era la libertad sexual: follar todos con todos y no repetir con el mismo en mínimo una semana.
Otto marcaba las normas. Creó una jerarquía con un número de orden de importancia para cada uno de sus 600 miembros en la que él era, lógicamente, el número uno, con un estado superior de “identidad social y genital”. Como todos follaban con todos sin anotar las fechas del arrejunte empezaron a nacer niños sin tener muy claro quién era el padre. No importaba, eran hijos de la comunidad.
Fueron pasando los años y Otto mandó a unos cuantos fuera de los muros que rodeaban la comuna a mezclarse con el mundo exterior y trabajar para financiar el hogar. Tenían la obligación de seguir follando sin parar. En la pausa para comer tenían que encontrar a cualquier otro de la secta y echar un polvo antes de volver a la oficina. Todos se dedicaban a tareas comerciales del sector financiero o inmobiliario porque dominaban el noble arte de manipular y convencer.
El experimento duró veinticinco años, así que algunos de los niños nacidos en la comuna fueron creciendo hasta llegar a la adolescencia. Fue Otto el que decidió que la nueva camada tenían que interiorizar el dogma del grupo desde muy pequeños: la libertad sexual y el follar como arte de vida. Cuando las niñas dejaban de ser niñas, a criterio de Otto, las mujeres adultas las preparaban para la ceremonia de iniciación. Las vestían con un lacito y las metían en la cama del líder para que éste les enseñara de qué iba todo aquello que se enseñaba en la comunidad. Él tenía 65 años y las niñas 13 o 14. Algunas de ellas eran sus propias hijas.
Las autoridades austriacas finalmente actuaron acusándolo de delitos sexuales con menores y drogas, condenándole a 7 años de prisión. Según él, fue juzgado por las leyes prejuiciosas de la sociedad exterior y no con las leyes que regían la vida dentro de la comunidad. Algunos de las mujeres arrepentidas también le acusaron de abusar y violar a sus hijas y quedarse con todo el dinero que ellos ganaban.
Al cumplir el periodo de inclusión, con 72 años de edad, se mudó a Portugal donde volvió a reactivar la comuna en una casa y volvió a tener una mujer distinta cada noche y a niños jugando en la piscina esperando a que cumplieran los 13 o 14 años y enseñarles de qué iba todo aquello de la libertad sexual. La de Otto principalmente.
Murió en el 2013 a los 87 años.
¿¿¿En serio???
Hemos ido a ver el partido de Argentina en el mundial. Ha ganado y la verdad es que no he sentido ningún tipo de emoción. He ido a la playa, he hecho deporte y visto más fútbol estos últimos días que el resto de mi vida junta.
Son las once y media. Hemos cenado unos bocadillos calientes de jamón y queso preparados en casa. Se me cierran los ojos. Me he levantado cansado y sigo cansado. De este día creo que en el futuro no voy a recordar nada.
Deja un mensaje