Sicilia: El final

Este texto es el final de un diario de Sicilia.


Un final necesario

Este viaje necesita un final, un final sencillo, no necesariamente un gran final dramático que nos duela porque ha terminado y todavía nosotros no hemos entendido el mensaje del todo. No tiene que ser un final en el que aguantamos la respiración y nos sudan las manos mientras el personaje de Bill Murray alcanza al personaje de Scarlett Johansson y le susurra al oído «Tengo que irme, pero no voy a dejar que eso se interponga entre nosotros, ¿vale?» y ella responda «Vale«. No, no es necesario un final así, un simple final es suficiente. Un hasta pronto, volveré a buscarte, aunque no sea al oído. Una imagen del avión despegando de Catania y algunos textos superpuestos con el nombre de los actores y los técnicos, con alguna canción italiana mezclándose con el ruido de los motores.

No importa que sea un final memorable, no todos tienen que ser un capítulo final de temporada que nos deje esperando la siguiente dentro de unos meses, puede ser un final simple entre capítulos semanales, esa despedida tranquila de los domingos de las tardes adolescentes antes de abandonar el parque y dejar el suelo lleno de cáscaras de pipas, estirando las horas antes de regresar al comedor de casa donde esperarán una televisión encendida, un par de padres y un par de hermanos sentados frente a la pantalla, en el sofá de siempre y con los sonidos de siempre, la vuelta al área de confort donde nunca pasa gran cosa pero donde no existen los finales porque sabemos que el siguiente domingo estaremos otra vez en el mismo banco del mismo parque abriendo la bolsa de pipas del tamaño de siempre y de la marca de siempre, con los amigos adolescentes que nunca fallan los domingos por la tarde, porque no hay nada mejor que hacer que estar sentados ahí, esperando a que pase algo, cualquier cosa, aún sabiendo que nunca va a pasar nada, y ese seguridad de que no va a pasar nada realmente importante quitará todo el drama de la despedida. Un punto y seguido, un salto de línea. Así tiene que ser el final del viaje a Sicilia, un punto, un salto de linea y el inicio de un nuevo párrafo.

Un viaje que terminó hace exactamente 7 meses. En el otro extremo del tiempo, en el mismo punto del invierno donde antes era verano, aunque un poco menos verano. El número de horas de luz y oscuridad exactos pero inversos, pero un poco más invierno.

Recupero el diario de aquellos días y cae de entre las páginas las hojas secas de una rama que Mamá Maugueri me dio cuando fuimos a comer a la casa a la ladera del Etna, donde cogí dos piedras de lava y ahora solo me queda una. Aún desprende olor la rama seca y todavía hoy me sigue persiguiendo el texto inacabado de aquellos días, que se están secando, como las hojas del arbusto, pero a los que todavía les queda algo de luz, aunque cada vez menos brillante.

Tengo que terminar este diario de viaje para poder decir adiós y poder escribir el siguiente párrafo. Esperar al domingo siguiente en el que volverán los mismos amigos a llenar el suelo de cáscaras y a esperar a que por fin pase algo.


Jueves, 16 de junio, 2016

Manos

En casa de los Maugueri emiten una serie por la tele a la hora de comer llamada «Una Vita«. Es una telenovela rodada en escenarios de estudio. Todos guapos, todos maquillados, todos bien peinados. De época, de alguna época que no sé datar: hay caballos, soldados vestidos de azul y electricidad. Igual es el siglo XVIII o XIX. Todos, además de hermosos, mueven mucho las manos. Como tiene que ser en Italia. Presto un poco más de atención y descubro que los labios y las palabras no coinciden: está doblada. Cuando termina el episodio leo en los créditos que se trata de una producción española.

Moraleja: Los españoles y los italianos movemos las manos igual: mucho.

Notas del diario

Una expresión siciliana par decir a una chica, pero que me recomendaron no decirlo nunca, pero nunca, en Sicilia:

Dimmi cu ta’nfila
ca c’ha o suco!
Sucu sucu pi sentiri
u ciauru ro to pacchiu!

Soy un invento, un ser inexistente encerrado en un repostillo. Nadie me ve, solo ellos.

Los Aci

Aci Catena es uno de los pueblos Aci de la zona. Habían 9, ahora solo quedan 8: “Aci Catena”, “Aci Castello”, “Aci Sant’ Antonio”, “Acireale”, “Aci Bonaccorsi”, “Aci Platanni”, “AciTrezza”, “Aci San Filippo”. El noveno, “Aci Santa Lucia”, ya no existe y ahora solo se llama “Santa Lucia” y es el barrio de “Aci Catena» donde viven los Maugueri.

Rita me contó la historia que explicaba el origen de todos los Aci: El Mito de Galatea y Polifemo

El Mito de Galatea y Polifemo

Galatea era hija de Nereo (hijo de Ponto y Gea) y de una divinidad marina siciliana. La joven era muy hermosa y totalmente blanca y habitaba en el mar calmo. Polifemo, el cíclope (hijo de Poseidón y de la ninfa Toosa, monstruo gigante con un sólo ojo) estaba muy enamorado de Galatea, pero ella no le correspondía.

El corazón de Galatea pertenecía al bello Acis, hijo del dios Pan (dios de los pastores y rebaños) y una ninfa. Una vez que los amantes se encontraban descansando a la orilla del mar, Polifemo los descubrió. Acis intentó huir, pero el furioso monstruo le lanzó una enorme roca y lo aplastó.

Galatea muy triste, acudió a la naturaleza de su madre Toosa y lo convirtió en un río de límpidas aguas que llevó su mismo nombre.

Mitos y Leyendas

Rita me contó otra variación en la que los trocitos de Acis caían en donde ahora se encuentran cada una de las poblaciones “Aci”. 9 pedazos, 9 ciudades.


Viernes, 17 de junio, 2016

El tren del Etna

Tomamos el tren “Ferrovia Circumetnea – Catania”, un viejo tren que circula rodeando el Etna hasta Catania. Durante el camino nos bajamos en diferentes estaciones para visitar los pueblos, comer helado, dar un paseo, regresar a la estación y tomar el siguiente. En mi diario tomo algunas notas que ahora soy incapaz de descifrar.

Etna, autobús, Villas, acequias. Agua estancada. Fondo.
Vírgenes en las alturas. Vírgenes en las paredes. Vírgenes en las esquinas. Viñedos.
De pronto en medio de la nada un centro comercial: Centro Vulcano.
Al atardecer unos farolillos y nos sentaremos en la terraza.
Sonidos metálicos del paso elevado. Tengo miedo de perder la memoria y por eso lo escribo todo.
Septiembre, vendimia.
Nos sentaremos en el andén a ver llegar a la gente.
GIARRE-RANDAZZO
Cactus. Flores amarillas. Olor dulzón, como de azahar. Me viene a la memoria el olor de mi abuela Carmen.
Trigo amarillo.
Huele a mortadela, pero viene de dentro de mi bolsa.
El traqueteo del tren.
Una estación, me adormezco, calor.
Olor a goma quemada.
En ADRANO entra en un túnel y se arrastra como una serpiente.

Luego la página se queda en blanco

Nadies

Es preciosa la Valkiria Uno que juega con fuego con la Valkiria Dos en el festival Bò Buskers Festival de Viagrande, un festival de Teatro Callejero y Circo Contemporáneo. Cierro los ojos y me llevo a Valkiria Uno agarrada de la mano a pasear por el IKEA. Discutiremos sobre el tamaño del sofá. Ella me llamará Nadie y yo a ella Valki. Cometeremos la imprudencia de salirnos el camino marcado y tomaremos un atajo hasta la sección de las cocinas, y, henchidos de emoción, le propondré una locura: vayámonos al Conforama.

Eso le pediré a Valki, despertando en el ahora mientras gira por el suelo dentro de un aro de fuego y los músculos de sus dos piernas infinitas se tensan y la mini-falda-braga-de-cuero vibra, mientras Valkiria Dos, también hermosa pero menos, la observa, y se excita de la misma manera que nos excitamos nosotros, los seres de caras anónimas, Nadies, que hemos pagado la entrada a la Villa de Bella para aplaudir con cada disparo de fuego que sale de sus dedos, de los dedos de Valkiria Uno, de mi Valki.

Imagino que la llevo al Makro de la Zona Franca a comprar un saco de cinco quilos de azúcar, que al por mayor sale mejor de precio. Y ella moviendo la cabeza de arriba a abajo, lentamente, para darme la razón, que al por mayor siempre es más barato.

La observo levantarse del sofá y quitarse la bata y dejarme ver el dragón de su espalda, que se enrolla en mi cuello y me clava los dientes y le pido que me abra el pecho y me coma el corazón y luego, de postre, un yogur hacendado, de los bio con fruta, y le pediré que por favor deje el envase vacío en la basura adecuada, en una de las cinco en la que separamos los diferentes tipos de residuo, y que no se olvide de tirar lo que quede de mi en la del orgánico, y que baje las bolsas esa misma noche y las tire al contenedor que si no mañana va a oler todo el piso a podrido.

Valki, ingenua en su actuación, distante, sin saber lo mucho que se va a enamorar de mi cuando me conozca. Ahora bebe gasolina y dibuja llamas en el aire y todos soñamos con tenerla a nuestro lado revisando los recibos de la luz y del gas y la factura del teléfono, mientras guardamos unas monedas en un cajón para regalarnos un fin de semana en un spa de Andorra.

Todo eso soñamos y todo eso deseamos y aplaudimos, y cuando ya no quedan notas electrónicas y la música se ha apagado y apenas huele a gasolina o alcohol o lo que sea que se meten la boca para escupir fuego, las chicas, nuestras chicas, Vanna, Rita y Valentina, nos dirán a Paolo y a mi que somos tontos y que el espectáculo ha sido una verdadera estupidez y nos ordenarán que nos sentemos en unos palets de madera en otro escenario de la villa para ver a un clown con un perro que hace payasadas para los niños pelirrojos que revolotean a alrededor nuestro y todos aplaudirán y nosotros no, y los niños, los pelirrojos y los normales, reirán y reirán, y nosotros no, y todas las chicas soñarán con el payaso-clown sacando a pasear el perro por el barrio, con una bolsa de plástico en el bolsillo para recoger la mierda y le pedirán, cuando se quite la bata para meterse en la bañera, que les abra el pecho con el cuchillo del tatuaje de su cuello y que luego lo tire todo a la basura adecuada, la orgánica. Y los idiotas habremos sido nosotros por volvernos locos con la Valkiria Uno y también un poco, pero menos, con la Valkiria Dos.

Y así termina la noche del viernes con Valentina enviando un mensaje al payaso-clown y Paolo y yo mirando las fotos de Valki en la cámara y sin haberle preguntado ni siquiera su nombre. Siendo Nadies.


Sábado, 18 de junio, 2016

Notas del diario

Hay un animal de Australia que se junta con su pareja en la época de aparearse, pasan un par de meses, y luego cada uno sigue su camino hasta el año siguiente, donde vuelven a encontrarse. Cuando uno de los 2 muere y el otro lo encuentra, se queda varios días a su lado.

¿Los elefantes son conscientes de la muerte?

La lava del 92 del Etna. No llegó al pueblo, y fue, gracias a la Virgen, que se quedó parada a unos pocos metros. Aquí, en Sicilia, todo lo bueno que pasa es gracias a Dios o a la Virgen. Lo malo es por culpa del hombre. El azar y la casualidad no existen.

El campo con las frutas y las verduras. Estamos en casa de los tíos en la ladera del Etna. Van llegando los primos y los hijos de los primos. Bajan la cuesta con la bicicleta. Las mujeres están cocinando, unas a la brasa, otras dentro en la cocina de gas. El humo se engancha a las raíces de mi pelo y sé que el lunes, mientras esté trabajando, seguiré oliendo al mismo humo. Olor a ceniza en las raíces del pelo.

Unos 17 adultos y 4 niños.

Después de la comida, con vino casero, el fútbol. Eurocopa, Irlanda-Bélgica.

Me duermo en un sofá con el ruido de fondo.

Viñas. Cebollas. Tomates. Fresas. Calabacines. Una rama con hojas arrancada de un arbusto que me da Mamá Maugueri. La guardo en mi libreta. Huele parecido a la hierbabuena.

El Etna al fondo siempre.

Flores amarillas. Genistatees. Las mismas del tren de ayer.

La historia de Suiza del tío. Año ¿63-64-65?. Emigró para trabajar de tornero en una fábrica entre Berna y otra ciudad de la zona francesa. Tenía una novia. Regresó a Sicilia por la muerte del padre, pero entonces los carabinieri le pararon y vieron que no había hecho el servicio militar, así que lo convirtieron en recluta. 14 meses. Él aprovechó para guardar la maleta debajo de la cama porque, la verdad, ya se había hartado de la novia suiza y encontró la excusa perfecta para no regresar.
En el restaurante donde tomamos vino, Velentina recibe un mensaje del clown con perro de anoche. Suena Jazz y pasa el tren justo a nuestro lado.

Vanna cuenta la historia del inglés en Londres que elige ir a cenar a un restaurante indio en su primera cita. Más tarde, ya desnudos y en la cama, cuando están en el momento deportivo, él se caga. Nunca más supo de ella.

Catania como una película de Woody Allan: el jazz, la fotografía, un tipo hiperactivo hablando sin parar y alguna cosa típica de Catania que sucede en la plaza y que nada tiene que ver con la fecha, como hace él normalmente.


Domingo, 19 de junio, 2016

FIN

El avión despega del aeropuerto de Catania con dos horas de retraso. Intento pasar a limpio las notas de los últimos días, pero estoy cansado. Sé que este viaje se ha quedado a medio escribir y sé que me va a perseguir hasta que lo complete, que será ahora, 7 meses más tarde, en los que habré pensado cada día en terminarlo, mientras terminaba el verano, llegaba el otoño y ahora ya es invierno.

Pero lo hice, terminé, un final sencillo, no uno a lo “Lost in traslation”, aunque será un final metafórico conmigo en el papel de Bill Murray y el texto en el de Scarlett Johansson y por fin podré soltar el aire y dejarán de sudar mis manos porque antes de los créditos con el nombre de los artistas y el equipo técnico habré cumplido mis palabras cuando le dije al oído, en el avión de Catania a Barcelona «Tengo que irme, pero no voy a dejar que eso se interponga entre nosotros, ¿vale?» y el texto respondió «Vale”.

Adios Sicilia.



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