Tuve que dejar el piso de Casanova 72 cuando no había ni un solo centímetro de pared ni de suelo que no estuviera lleno de recuerdos. Quise cambiar los muebles de sitio, incluso comprar un sofá nuevo. Pensé en pintar las paredes de otro color, tirar todas las tazas y todos los platos. Pero el maquillaje no podía cubrir las arrugas y había que aceptar que aquel piso y aquel barrio habían llegado a su fin. Había que largarse y me largué.
Adrián Solano se ha hecho famoso en las últimas semanas por que ha visto la nieve por primera vez en su vida. Hasta aquí nada excepcional, siempre hay una primera vez para todo y no se habla en la prensa. La principal diferencia con el resto de los seres humanos es que él vio la nieve por primera vez al llegar al “Campeonato Mundial de Esquí Nórdico de Lahti”, en Finlandia, para competir en representación de su país: Venezuela.
Era nuestro primer sábado ocioso después de habernos mudado al piso de Casanova 72. Estábamos a la altura de un primero, aunque la numeración de la puerta del rellano se leía "Principal". Carlos de pie en el balcón de la derecha y yo en el de la izquierda. Enfrente la iglesia de un colegio religioso, a la derecha el cruce con Consell de Cent. Tanto Carlos como yo sosteníamos en una mano una taza y removíamos el café con una cucharilla.
Me quedo dormido. Me siento como se debe sentir un bebé en el vientre materno: calor, movimiento desordenado, cabezazos contra la ventanilla, y sonidos distorsionados que van y vienen como un zumbido.
Así que el final era solo eso: un final. Un silencio eléctrico en el otro extremo de la línea. Fragmentos de papel flotando en el viento. Deseos vencidos guardados en el congelador. Recuerdos pudriéndose en los cubos de la basura.
En abril del 2008, harto del dolor de cabeza, decidí ir a una óptica. El resultado fue un cambio de imagen, y al regresar a casa escribí un mensaje a los amigos. Este es el mensaje que todos recibieron.