Todo está en silencio. Fuera solo se escucha el murmullo del Eo amortiguado por los eucaliptos y algún cencerro de las vacas. O las vacas ya no llevan cencerros y soy yo el que lo escucha al verlas moverse por el prado. Dentro de la casa el ronroneo de las manillas del reloj de la pared, que a pesar de ir a pilas, el girar de las manillas emite un sonido constante a baja frecuencia que una vez detectado se mete en la cabeza y ya no se puede dejar de escuchar.

En las medianeras y los laterales de la carretera verde. El suelo y el cielo son grises. De vez en cuando el amarillo de las retamas en los arbustos. Rojo de las señales de prohibición y azul de las indicaciones de dirección.