Este texto es parte de un diario de viaje que empieza aquí.
Martes 19 de junio del 2018
¿Cuándo empieza la locura? ¿Hay un sonido, una acción, un determinado conjunto de olores y colores que disparan un resorte que abre puertas antes cerradas y permiten el acceso a la enfermedad que todo lo pudre con solo tocarlo? ¿Cuánto se puede llegar a estropear algo y a qué velocidad? ¿Cuándo y cómo se entra en un laberinto de gritos y reproches, un laberinto donde el final vuelve a ser el inicio? ¿Cuánto puede una mente desdibujar la realidad, mover líneas, modificar estructuras, cambiar formas e inventar de nuevo el escenario para volver a él una y otra vez con ojos nuevos como si todo lo anterior visto y oído no significara nada? Bucle como el símbolo matemático del infinito, una vuelta sobre sí mismo pero retorcido en el centro.
Son las once de la noche. Lucas ya se ha ido a dormir. Me siento a escribir.
El día se complicó después de comer, sobre las cuatro o las cinco de la tarde. Yo descansaba en el sofá leyendo algo y Lucas se había tumbado en su cuarto para una siesta. Ha recibido una llamada y he comenzado a escuchar los gritos escapando de la habitación por debajo de la puerta, y corriendo por el pasillo hasta el comedor.
Después el ambiente ha quedado enrarecido. Como si un veneno hubiera entrado por la ventana, como si un aire podrido nos hubiera intoxicado a todos, como si cada una de las construcciones del piso colapsaran: los libros apilados, las libretas abiertas, los bañadores secándose en la terraza con un mínimo movimiento del viento, la posición de las sillas, como a punto de caerse pero no, yo en el sofá sin saber si moverme o quedarme quieto, Lucas volviendo al cuarto y luego volviendo a salir y luego volviendo a entrar; como si todo cayera y cambiara de lugar y ya nada fuera conocido. Un castillo de naipes desmoronándose sobre la mesa al paso de un tranvía en la calle adoquinada.
¿En qué momento se produce una descarga eléctrica que interfiere la sinapsis entre neuronas y se transmite una información totalmente distorsionada? ¿Qué situación de estrés convierte el miedo en un monstruo sobreprotector que construye realidades paralelas en las que esconderse para no caer fulminado frente a la realidad?
Después hemos salido a caminar, a charlar y a tomar un helado. Por las calles apenas camina nadie. Un poco más allá de las seis hemos regresado a casa y Lucas se ha vuelto a encerrar en la habitación.
Me gustaría volver al punto anterior a la llamada, colocarnos en la posición de salida otra vez y que se vuelva a limpiar el aire. He regresado a la misma posición del sofá y me he quedado dormido.
Pierdo la noción del tiempo y no sé qué hora es cuando vuelve a aparecer Lucas en el comedor. No tengo claro si estaba soñando o perdido en mis pensamientos. Conecta un disco duro al ordenador y comienzan a sonar canciones inéditas escritas por él. Se nos ocurre que podríamos grabar algunos vídeos al estilo de los vídeos que grabo con LopezBorneo. Un plano fijo y una sola toma.
Después de cenar, sobre las diez, Lucas me da un abrazo, dice “día productivo” y regresa a su cuarto. El aire ahora es algo más respirable. Parece que el centrarse en el ahora, el tener un proyecto que nos entretenga y mirar hacia adelante está limpiando el veneno que dejó la llamada.
Vuelven a ser las once de la noche. Escribo mucho, pero es solo un diario. Pienso en la locura. La locura como trastorno. Pienso en las perturbaciones psicológicas, en el error del sistema, en el desbordamiento del buffer, en la inyección de un código malicioso que secuestra el cerebro y no le permite trabajar con normalidad. Pienso en la capacidad de destrucción, de lo fácil que es volver a la casilla de salida y tener que empezar de nuevo.
Reflexiono sobre el día de hoy. Escribo sobre lo que me viene a la cabeza. No busco historias. Me conformo con recordar y que esos recuerdos me conmuevan. Me hace feliz introducirme en esos lugares en los que fui feliz, y en los que no lo fui, con el tiempo se convirtieron en algo bueno por la única razón de haberme traído aquí, a donde estoy ahora. Aquí y ahora.
El día se acabó. Podría ir a dormir y descansar. Son mis vacaciones, la necesidad de tomar algo de distancia del trabajo y de mi vida. Tiempo para mí, para no hacer nada importante, simplemente jugar con las palabras.
Es solo el segundo día. Creo que el tiempo se estira y parece una semana. Van pasando cosas, se va desarrollando una trama. Sentado en este sofá; mirando por la ventana; escuchando canciones; sintiendo como pasa cada hora. No tengo porque hacer nada. Estar así es suficiente. Respirar. Dormir en cualquier lugar. Estar quieto o mover sin ningún objetivo.
No quiero irme a dormir. Quiero que el día de hoy dure un poco más. Creo que voy a empezar a ver la serie “Wild Wild Country”.
Todo lo contrario de la locura.
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