Ojos grises

Este texto es parte de un diario que empieza aquí. Si has llegado a él sin leer lo anterior, será como ver el episodio quinto de la cuarta temporada de Lost sin haber visto los episodios previos: se entenderá el capítulo, pero no la trama.


Sábado 23 de mayo

Cicatrices

Ella siempre se veía triste en las fotos de Oporto. Ahora, algunos años más tarde, cuando piso los mismos lugares y recuerdo aquellas viejas imágenes, me doy cuenta de que en todas ellas siempre estaba la tristeza a su lado, cogida de la mano y asomando en sus ojos grises. Entonces, al mirarlos, no supe ver lo profunda que era su herida. Y aún hoy no sé si yo era parte de ella, ni si ya sanaron las cicatrices.

Tranvía

El tranvía ya no es un transporte urbano, sino una atracción turística. Al circular uno por mi lado veo a un idiota con americana de pana y el flequillo de Hugh Grant cuando Hugh Grant aún llevaba su flequillo. Va grabando con una cámara de súper 8. Un rato más tarde vuelve a pasar el mismo tranvía y el idiota sigue dentro con su cámara y su flequillo.

Revolver

Hay un tipo en mi habitación que anoche ya estaba cuando llegué mirando cosas en una tablet. Seguía estando esta mañana cuando he salido a pasear. Sigue estando al regresar al mediodía. Y después de comer sigue estado en el salón, pero esta vez tiene una guitarra española en las manos y toca sin ritmo. Molesta como un tío puede molestar a la hora de la siesta con luz de mediodía en la ciudad de casas de colores. El ruido que emite se mezcla con la música del ambiente. La guitarra está desafinada, pero parece que él no lo sabe. Canta flojito, pero el susurro es más molesto que si cantara de verdad. Toca “Yellow” de Coldplay y “Creep” de Radiohead.

Debería estar permitido sacar el revolver y pegarle un tiro en la cara. Algo rápido y sin dolor, no necesariamente limpio. Todos estarían de acuerdo conmigo y aplaudirían y me darían palmaditas en la espalda y moverían la cabeza y los ojos en señal de aprobación. Pero nos obligan a dejar las armas al entrar en el saloon. Solo el sheriff puede llevar una, pero hoy no está tomando su whisky. Está tumbado fuera con el sombrero tapándole los ojos.

Deja la guitarra y se pasa cinco minutos liando un cigarrillo para, por fin, ponerse en pie y salir del hostel. Me fijo en el dragón tatuado en el brazo izquierdo. Viste bermudas y chanclas flip-flop de las que suenan flip-flop cuando se camina.

Julio

Hay un meme de Julio Iglesias haciendo referencia al sonido de las chanclas y la acción de practicar sexo con otra persona, esa imagen de Julio señalándote con el dedo como dándote una lección y que acaba con un “… y lo sabes.”.

(Según una noticia de 20 minutos, Julio Iglesias en el 2008 era el cuarto hombre que más amantes había tenido en la historia. 3.000 -TRES MIL- amantes).

Trompeta

Hay un trompetista a la altura del puente Luis I que se escucha en toda la Ribera. Toca triste, como cuando yo toco la guitarra estando solo y me da por pensar en las chicas de ojos grises y tristes.

Ciclos

Los puestos de objetos turísticos se están montando. Los restaurantes preparan las mesas y anotan los platos de hoy en la pizarra.

Puedo imaginar cada día la misma rutina: sacar las mesas, poner las flores, encender las velas, elegir el menú, anotarlo en la pizarra. Al final del día borrar la pizarra, apagar las velas, recoger las flores y meter dentro las mesas. Y decir “pues ya está, otro día más”. Y al día siguiente empezar de nuevo.

¿En cuantos cientos de miles de microuniversos habrá cada día alguien sacando una mesa afuera, frente a la playa salvaje, bajo un techo de paja, o bajo una lona de plástico en el downtown de cualquier ciudad de edificios kilométricos y calles estrechas? Prepararán las brasas para el salmón que compraron en el mercado clandestino de atún, o la langosta, o el vacío de res recién cortada del rancho de al lado, mientras refrescan con el hielo que trae a las 12 el hijo del padre que años atrás también lo traía, y suelta la misma broma que soltaba su padre al cobrar, y el mesero, al recordar, preguntará por cómo sigue el viejo, y el hijo, con el mismo gesto de siempre dirá “ahí sigue, aguantando”, y el otro replicará “este nos tumba a todos”, y moverá la nave espacial hasta el siguiente planeta del siguiente microuniverso donde también prepararán las brasas y le ofrecerán algo de beber. Y al día siguiente, al empezar de nuevo, todos esperarán que esta vez el trompetista no toque canciones tristes y se preguntarán hasta cuando estará prohibido sacar el revolver.

Moscatel

Tomo una calle peatonal que se llama “Cedofeita”. El suelo es de piedras pequeñas blancas y negras. Hay algunas tiendas y cafeterías con mesas afuera. Hay un punky con cresta naranja pidiendo dinero con un gorro negro mientras otro sentado en un portal, con gafas de sol y una guitarra, me habla en portugués. Le digo que no entiendo y me pide en castellano algunas monedas para comer o para beber. Le digo que no ha tocado nada todavía, y a capella canta un par de frases. Me río y sigo.

Al final de la calle doy media vuelta y compro 3 cervezas buck en un bar. Me acerco a los chicos y les doy un par, la otra para mi. El de la cresta y yo la abrimos con un mechero, y el de la guitarra con los dientes. Brindamos y me dan moscatel de una botella de plástico de 7Up. Canta una canción en inglés con voz de roquero grunge. La guitarra suena como suenan todas las guitarra acústicas de los roqueros que tocan grunge en la calle y beben moscatel. Me siento con ellos. Conocen a todos los que llevan piercings y tatuajes y rastas. Se saludan al pasar. Cuando les saludan a ellos, también me saludan a mi. Tienen un par de perros de punky, de los simpáticos, de los que parecen que van todo el día tripados y siempre están felices

Acabamos la cerveza, me dan otro trago de moscatel, nos damos la mano y me voy.

Pichilla

En todos los barrios de todas las ciudades de todos los países de todos los continentes, y de todos lo colores, y de todas las razas, y de todas las culturas y de todas de las religiones existe la figura del pichilla.

En Oporto ha aparecido uno con una moto en miniatura haciendo mucho ruido. Gorra roja, camiseta negra de tirantes. Pantalones negros. Chanclas. Ha esquivado a los turistas y a los que bailaban en la puerta de la Sé de Porto, donde habían altavoces y turistas bailando, y ha entrado en la explanada a lado de la catedral, donde están los claustros góticos y esa cruz de piedra.

En todos los barrios de todas las ciudades de todos los países de todos los continentes, y de todos lo colores, y de todas las razas, y de todas las culturas y de todas de las religiones, el pichilla tiene la misma forma de vacilar con la moto: las manos estiradas y en tensión, 90º respecto al tronco y la espalda en curva, y la cabeza echada para adelante. Y acelerando mucho.

El pichilla ha dado un par de vueltas mientras los japoneses con sus gorros para el sol sacaban fotos a la sombra.

Luego la música ha parado, los turistas han dejado de bailar, la luz se ha ido y el pichilla, esquivando a los japoneses, ha desaparecido, con sus brazos en tensión, la espalda curva y la cabeza bien adelante. Y acelerando mucho.

Orina

Hay unas callejuelas en pendiente entre la catedral y la calle Mouzinho de Silveia que tienen todo el aire sórdido de callejones del puerto y huele a orina.

Reajuste de la población mundial

En los últimos meses he decidido cambiar mi propuesta de aniquilar 2 países completamente para bajar la población en exactamente 2.5 millones de personas. Ahora propongo que en su lugar tengan una muerte súbita e inexplicable TODOS LOS QUE VAN POR LA CALLE CON EL PUTO PALITO SELFIE.

 



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