He paseado un par de horas por la parte este de la ciudad vieja. He encontrado un mercado de segunda mando, bajo unos arcos en una plaza que no creo esté en ninguna guía turística y donde se vendían monedas y billetes viejos.
Ella siempre se veía triste en las fotos de Oporto. Ahora, algunos años más tarde, cuando piso los mismos lugares y recuerdo aquellas viejas imágenes, me doy cuenta de que en todas ellas siempre estaba la tristeza a su lado, cogida de la mano y asomando en sus ojos grises.
He estado varias veces en Santiago: en primavera, en verano, en otoño y en invierno. Con lluvia y con sol, con amigos posando y sin nadie conocido alrededor, y en todas las ocasiones, incluso en esta, he tomado unas fotos de mierda.